2018: el año de la tiobuenación

He vuelto. Cual presagio primaveral -que no sé cuánto me durará-, a modo de buen propósito para este enero tan lleno de buenos propósitos como siempre, regreso. He dicho.

El pasado 21 de diciembre cumplí 39, lo que convierte a estos meses venideros en el camino hacia los 40. ¡40! Y, sin negar que sea un poco un shock y un zarandeo, he decidido tomármelo con filosofía. ¿he dicho 40??? ¿yaaa????

A ver, la filosofía. Que empiece:

a) Ante todo reconozco lo afortunada que soy de haber llegado hasta aquí. Y tan bien. Con una familia sana (ante todo sana), maravillosa, cada vez un poquito más liviana (que los primeros años de trimadre expatriada, telita de la buena lo que pesaba). Sin grandes achaques. Sin problemas reales. Gordos.

b) Para aderezar el asunto me planteo -y aquí el título del post- estos 12 meses como los meses de la tiobuenación (un concepto gestado y urdido por esa super influencer digital y tiobuena, que es Patch): los meses del cuidado personal (que ya era hora) tanto para el alma (que sí, muy bonito, crecer en karma y en cultura y en ilusión y en sueños y proyectos bonitos) como para el cuerpo (ese cuerpo de casi cuarentona buenorra -cuarentañera estupenda- que quiero ser).

Lo de cuarentista maciza para por, al menos, dos cuestiones:

1- La inefable dieta pre primaveral y primaveral y pre-estival a la que me condenan ineluctablemente los días de excesos navideños y mi gordicie. Sí, amigos, de nuevo a dieta ¡Qué jartura! Y eso que conseguí la pasada primavera quitarme cinco kilos majísimos... cinco, quizás cinco y medio, que en otoño e invierno, graciosa y ágilmente, recuperé. Entraba en mis pantalones Salsa de maciza (sin respirar, pero entraba) y me cerraban los culotte amarillos del Zara talla M italiana que me compré en las rebajas veraniegas y que usé una vez porque no había quien los combinase con nada. Ay, delirios rebajiles...
Todo ello es pasado a día de hoy, 16 de enero de 2018. Pero volveré.
A bajarme nuevas Apps para el smartphone se ha dicho.
Y a cerrar la boca, salvo para los vasos de agua.

[de momento reduzco hidratos, le doy a la verdura, rechazo golosinerías y me marco el caminar al menos los 10.000 pasos preceptivos, que no es tan fácil. Tener tres bodas en este verano -y que una sea la de mi hermano- creo que me ayudará en este propósito. Que quiero ir ideal]

2- La caída en la asboluta enajenación cosmética-dermatológica. Y explico. Tuve una fase, en concreto antes de casarme (allá por 2011) y mientras trabajaba para Groupalia, en la que pude probar algunos tratamientos (que si INDIBA, que si radiofrecuencia, que si algún serum...) Entre el curro y, sobre todo, cuando nació mi trío, eso pasó a la nada, el vacío más absoluto, el abandono total cremil, al "no me doy ni una crema, pero ni limpiadora matutina..." Lo peor de lo peor.

Ahora me he propuesto marcarme una rutina de cuidado diario de mañana y otra de noche. Cierto que a menudo está la prole de público junto al lavabo. Cierto que a menudo la canija me obliga a pringotearle con algo o enloquece si no le gusta mi cara embadurnada en según qué color. Pero desde el 1 de enero, persevero. Cinco (4) minutos de hedonismo pa mí cada mañana y cada noche. tampoco es tanto, ¿no?

En otro post os cuento mis hallazgos, que no paro yo de leer sobre el tema. Me parece fascinante.
Pero en otro post. No vayamos a abusar del regreso.

Por supuesto cualquier recomendación tiobuenista se agradece enormemente.


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